¿Hubo pintura durante la época precolombina en el territorio que abarcó el Virreinato del Perú? Y si fue así, ¿se pueden establecer vínculos entre esa pintura y la que se desarrolló en la etapa colonial?
Raúl Burneo


Un breve preludio lingüístico

Para comenzar me gustaría hacer algunas especificaciones de orden lingüístico. Hay una variedad de verbos en quechua que pueden hacer las veces, aunque con matices distintos, del verbo pintar del castellano. Veamos:


Llimpiy: pintar; colorar.
Llusiy: pintar; untar.
Suyuy: dibujar; pintar; ensuciarse; manchar; mancharse.
Tullpuy: teñir; pintar; colorar; colorear.
Qilqay: Escribir, dibujar, pintar, bordar.

En el siguiente pasaje de La Nueva Corónica y Buen Gobierno, Guaman Poma se refiere a un tejido, por lo que aquí el verbo pintar adquiere la acepción de colorar.

“La segunda arma del Ynga que le pintan:

El primero, quiquixana [?]; el segundo, un árbol chunta [palmera] y detrás del árbol, otorongo [jaguar]; el terzero, masca paycha [borla real]; el quarto, dos amaros [serpiente] con unas borlas en la boca. Estos se pinta del bestido y de su pluma y de su nombre que ellos se nombraron Otorongo Amaro Ynga.”

http://www.kb.dk/elib/mss/poma/index-en.htm (imágenes del libro de Guaman Poma)


Asimismo, el Inca Garcilaso de la Vega emplea en el tetxo siguiente el verbo pintar en un amplio sentido de representar, que, de acuerdo con lo que hemos visto, corresponde a la palabra quechua Qilcay.

“De la Geografía supieron bien para pintar y hacer cada nación el modelo y dibujo de sus pueblos y provincias, que era lo que habían visto. […] Yo vi el modelo del Cuzco y parte de su comarca con sus cuatro caminos principales, hecho de barro y piedrezuelas y palillos, trazado por su cuenta y medida, con sus plazas chicas y grandes, con todas sus calles anchas y angostas, con sus barrios y casas, hasta las muy olvidadas, con los tres arroyos que por ella corren, que era admiración mirarlo.”

Por otra parte el Diccionario de Autoridades nos permite acceder a las definiciones del verbo pintar que se encontraban vigentes durante la época de la Colonia. Es dable notar que estas definiciones se circunscriben sobretodo a un campo mental. Pintar: A) Figurar en un plano, con el pincel y los colores, alguna imagen de cosa visible. Sale del latino Pingere, que vale lo mismo. B) Metafóricamente vale describir por escrito o de palabra alguna cosa. C) Se toma algunas veces por imaginar a su arbitrio o fingir en la imaginación a medida del deseo. D) Significa también fingir, engrandecer, ponderar o exagerar una cosa.

Por tanto en las crónicas o en los documentos de la época de la Colonia, ya hayan sido escritos por españoles, mestizos o indios, hay que tener en cuenta que el término pintar encarna muy diversos significados.


Pintura precolombina

Contamos con dos fuentes de información que establecen la existencia de pintura en la época precolombina en el territorio que ocupó posteriormente el Virreinato del Perú.

La primera la conforman las fuentes escritas, en particular, crónicas, y en bastante menor medida otros documentos como correspondencia, etc. Precisamente, un capítulo de los Comentarios Reales titulado “Pintura famosa y la gratificación a los del socorro” , habla de la pintura de dos cóndores que el Inca Garcilaso de la Vega alcanzó a ver en 1580 en una peña en las afueras del Cuzco. Dice Garcilaso que uno de los cóndores estaba en actitud victoriosa con las alas desplegadas y el otro parecía derrotado con la cabeza gacha y las alas caídas. El primero simbolizaba a Pachacutec que enfrentó y venció a los chancas tras la huida de su padre, Yahuar Huaca, quien estaba representado por la otra ave.

Por su parte, Fray Alonso Ramos Gavilán, en su Historia de Nuestra Señora de Copacabana, señala acerca del templo que se encontraba en la isla Titicaca durante el Incanato:

“[…] afirman los Indios viejos que estaban muchos pájaros pintados, muchos tigres, leones, muchas figuras de hombres con barbas y de caballos y todas las naciones de los Indios de este Reino, como Yungas, Chunchos, Panataguas, etc.”

Aunque es poco verosímil la alusión a “hombres con barbas y de caballos” y la mención de “tigres, leones” tendría que ser traducida a términos pertinentes a la fauna americana, la descripción concuerda con la siguiente proposición del Inca Garcilaso al acracterizar la pintura y la escultura incaica:

“No dieron ni estatua ni pintura al trueno, relámpago y rayo, porque, no pudiendo retratarlos al natural (que siempre lo procuraban en toda cosa de imágenes), los respetaban con el nombre Illapa […].”

Surge aquí una patente contradicción entre tal proposición y la iconografía pintada en la cerámica y las propias formas de la cerámica de diversas culturas precolombinas que no parecen tener un carácter estrictamente mimético.

 


Hay un tópico que se repite en varios cronistas y que se encuentra en estrecha relación con el tema de la pintura durante la época precolombina y que incluso adquiere ramificaciones en la época colonial. Me refiero a las tablas donde estaba representada la historia de los Incas. Teresa Gisbert ha tratado el tema con prolijidad en Iconografía y mitos indígenas en el arte . Allí ella cita a Sarmiento de Gamboa y a Polo Ondegardo que dan noticia acerca de la existencia de estas tablas, Cristóbal de Molina dice haber visto unas tablas del mismo tema en una casa del Sol y Bernabé Cobo relata que él mismo vio la tal historia de los Incas dibujada en una tapicería de cumbe. Ya en tiempos de la Colonia el Virrey Toledo empleó a “oficiales de la tierra” , lo que hace pensar que se trataba de indios, para pintar unos paños con temas referentes al Perú, los cuales envió a España. Incluso el Inca Garcilaso de la Vega recibe en 1603, cuando se encuentra en España, un expediente de los descendientes de los Incas acompañado por un lienzo donde están pintados los Incas y su descendencia. Asimismo, en la Historia General del Perú de Fray Martín de Murúa, acompañan al texto varios dibujos que representan a la dinastía de los Incas y a diversos personajes cercanos como coyas, orejones y generales. La historia de estas representaciones de la dinastía de los Incas y de los hechos más sobresalientes de su reinado prosigue a lo largo de la Colonia y la República, lo que nos interesa aquí es notar que varios cronistas coinciden en señalar la existencia de una o varias series de tablas que se pintaron durante la época precolombina.

La segunda fuente de información son los hallazgos hechos por arqueólogos de pinturas murales precolombinas en el territorio que más tarde ocupó el Virreinato del Perú. Hay que notar que estos hallazgos son poco numerosos. De acuerdo con Pablo Macera:

“[…]fuera de las quillcas y cuevas pintadas no llegan a diez las unidades conocidas del periodo precolonial. Dos de ellas (Caballo Muerto, Garagay) solo han sido descubiertas en 1974. Otras (Pañamarca, Chanchán, Pachacámac) están casi del todo destruidas o indiscretamente restauradas (Cerro Sechín).”

Otros hallazgos se ubican en Casma y, en lo que se refiere a la época incaica, en Richkay y Tambo Colorado, aunque en estos dos últimos lugares se advierte, según Macera, que la pintura mural ha caído a un papel puramente decorativo y marginal, muy distinto al que tenía en culturas más antiguas o incluso contemporáneas al Incanato como las culturas Chavín, Mochica, Chimú, Pachacamac, etc.

 


Vínculos entre la pintura precolombina y la colonial

¿Se pueden trazar vínculos entre esta tradición de pintura mural precolombina y la pintura colonial?

Hay que notar que desde los albores de la colonia en la zona andina se empezó a desarrollar una pintura mural que, en un primer momento, tuvo un marcado carácter religioso, por lo cual su escenario natural fueron las paredes y techos de las iglesias; más tarde la pintura mural se extendió a otros espacios públicos. Tradicionalmente, la historiografía ha señalado que no quedan rastros del muralismo precolombino en las creaciones coloniales. Si bien esto puede ser cierto, también es cierto que rasgos del arte precolombino sobrevivieron y transformaron las pinturas murales coloniales.

“Las ‘dificultades’ que los artistas andinos tuvieron para ajustar su labor a las exigencias de este espacio perspectivista, más que dificultades derivadas de una supuesta inhabilidad, deben ser entendidas como formas de resistencia. Esta resistencia determinó procesos de selcción. Fueron preferidos aquellos aspectos del arte europeo que concidían de alguna manera con las concepciones, sensibilidades y situaciones históricas del universo dominado. De allí, como veremos, el éxito del mudéjar y de ciertos rasgos del manierismo; el énfasis en el color y la miniatura. Selección y, también, creación que termina por elaborar una nueva representación del espacio tal como en su fase final, se advierte en los ‘Primitivos Andinos’ que renuncian definitivamente a la perspectiva. Esta no es una regresión ni una pérdida, sino la normalización y el reajuste de la expresión artística en función de una determinada experiencia colectiva. Así la historia del arte andino tiene un desarrollo inverso a la historia del arte europeo. Comienza por donde este termina y hace suyo lo que el otro ha abandonado.”

(escanear fotos del libro de Pablo Macera La pintura mural andina)

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