Arte Colonial del Virreinato del Perú: La ciudad de Lima


Como capital del Virreinato del Perú, la ciudad de Lima, desde su fundación en 1535 por el conquistador Francisco Pizarro, disfrutaba de ser el núcleo de todo el proceso colonizador que se realizaba entonces. Lima no era solamente el punto central de toda la expansión que se hacía por el continente, sino que fue también el punto de contacto y partida de toda importación que venía desde España y luego se extendía por las ciudades del Virreinato. Por lo tanto, la ciudad siempre disfrutó de una gran presencia e influencia europea, lo cual se ve claramente en el arte que surgió en ella durante ese período--especialmente entre los siglos XVI y XVIII. A diferencia de la escuela cuzqueña, el arte limeño parece carecer totalmente de influencia indígena, siempre demostrando ser, por el contrario, casi continuación del arte europeo, y más específicamente del arte español y flamenco de entonces.

Los primeros cuadros europeos que llegaron al Nuevo Mundo acompañaron a los conquistadores. Incluían tablas y lienzos que los conquistadores llevaron para su devoción personal y a veces también para la decoración de las primeras iglesias que entonces se creaban. Uno de los temas más encontrados de estos lienzos era “La Virgen Rocamador”. Interesantemente, la versión limeña que se ha hallado no sólo representa a la Virgen, sino que incluye también imágenes de San Cristóbal y San Telmo, dos santos a quienes los navegantes al Nuevo Mundo pedían protección con frecuencia.

En mediados del siglo XVI, los primeros pintores europeos empezaron a llegar. Estos primeros pintores, que incluían a Juan de Illescas y Jordán Fernández Lobo, crearon talleres en que empezaron a enseñar su arte a discípulos. Desgraciadamente, ninguna obra de estos pintores ha perdurado el paso de tiempo.

En la segunda mitad del siglo XVI, los primeros maestros italianos llegaron, trayendo con ellos las modalidades artísticas que se difundía en Europa en ese tiempo. Trajeron con ellos estilos que, según algunos críticos, no era el manierismo, como generalmente se cree, sino que eran la contramaniera y la antimaniera, dos nuevos estilos que crecían en reacción contra el manierismo y su carácter elitista. El primero de estos estilos buscaba trasmitir la religiosidad conforme a las ideas de la Contrarreforma a través de una técnica clara y de fácil acceso, mientras que pretendía mantener algunas premisas básicas del manierismo. Si bien el manierismo se caracterizaba por una mayor complejidad y elegancia en las obras en que se buscaba transmitir un profundo sentido intelectual, espiritual y también dramático a través de la alteración de muchas ideas renacentistas de proporción y belleza, el contramanierismo se caracterizaba por su marcada sencillez de tema y a veces composición que hacía más fácil su comprensión. Uno de los maestros más conocidos y más influyentes que participaba de este estilo fue Bernardo Bitti, quien llegó a Lima en 1575. Se ve la influencia contramanierista especialmente en su “Coronación de la Virgen” que, a la vez manteniene un esquema grandioso con figuras alargadas y elegantes, un aire melancólico y un colorido muy delicado (con colores rosas y celestes), que demuestran una influencia manierista, también mantiene un orden y simplicidad que hace que el cuadro sea comprensible.

Oración en el Huerto
Bernardo Bitti
Museo de Arte de Lima

Al otro lado del espectro estaba la antimaniera. Este segundo estilo rechazó por completo la maniera, optando por usar modelos naturalistas. Trató de crear un “arte sacro” que trasmitía imágenes de piedad de manera que creara proximidad sentimental al espectador. Otro maestro italiano, Pedro Pérez de Alesio, influenció mucho en la diseminación de este estilo, trabajando mucho en las órdenes conventuales e incluso en varias capillas en Santo Domingo. Se dice que en estas capillas se podían ver muchos elementos, temas, y alegorías teológicas que revelan las preferencias del momento como ser profetas, virtudes y vírgenes. Además se veía algunos ángeles y mosqueteros que según Teresa Mesa y Gisbert podrían haber sido el origen de los arcángeles arcabuceros que luego aparecen en Cuzco en el XVIII (Figura 2). Desgraciadamente se perdieron todas estas pinturas en un terremoto en 1687. Sin embargo, otros cuadros de Alesio han llegado hasta nosotros y demuestran muy bien la característica de la contramaniera tardía y la antimaniera de las “imágenes de piedad”. Entre ellos incluye una Virgen de Belén y una Virgen de la Leche, ambas permanecen hoy en día en colección privada.

El tercer maestro italiano que tiene mucha influencia en la capital es Angelino Medoro, quien, aunque pertenece de una época similar a Bitti y Alesio, realmente produce un arte que empieza a producir aun más naturalismo, anticipando el barroco que era inminente. Medoro vivió en Lima durante los momentos culminantes del misticismo limeño, en el que vivía Santa Rosa (Figura 3) que en 1671 se convertiría en la patrona del Perú. De hecho hizo un retrato de ella justo antes de su muerte que todavía se encuentra en el convento de Santa Rosa de los padres. Una de las contribuciones más importantes de Medoro fue la introducción de una iconografía concepcionista. En su Inmaculada que hizo en 1618, representa a la Virgen rodeada de ángeles que llevan los atributos de las letanías lauretanas. En este cuadro en particular—en su colorido muy variado, algunos detalles naturalistas y la forma redondeada de la Virgen—se ve muy bien una anticipación del barroco.

Además de estos tres maestros también es necesario mencionar, aunque brevemente, que otros pintores europeos y, más específicamente italianos, vinieron al virreinato para pintar. Entre este otro grupo de artistas, se destaca una predilección por la técnica mural y hay bastante documentación de su arte en muchas de las iglesias y capillas del tiempo. Sin embargo, debido a varios terremotos y periódicas remodelaciones arquitectónicas, desgraciadamente su arte no ha llegado a nosotros.

En la tercera década del XVII, se empieza a ver una transición desde el italianismo que reinaba sobre el arte hacia una nueva predilección por el naturalismo que llega desde Sevilla. Artistas que empiezan a demostrar esta nueva tendencia incluyen a Diego de la Puente, quien se considera el sucesor de Bitti debido a su trabajo para la compañía de Jesús; Antonio Mermejo, y el Sevillano Jaramillo. En el arte de este último artista se ve particularmente fuerte la influencia de esta transición. En su cuadro más conocido, “La Imposición de la Casulla”, se ve que algunas de las figuras—como Santa Leocadia, y los putti al pie—todavía muestran una influencia de Bitti y Alesio. Sin embargo en este mismo cuadro se ve también que la imagen del santo titular es bastante naturalista.

También en este tiempo, se ve una intensificación de la importación de grabados flamencos, lo cual parece producir mucha hibridez y vacilación en el arte limeño. Están registradas varias obras de Zurbarán y Bartolomé Estéban Murillo a lo largo del Virreinato y en Lima en particular. Las obras de estos dos trajeron con si un arte destacado por su realismo austero y contemplativo. También se trajeron lienzos de otros pintores españoles como Juan Valdés Leal. Esta nueva importación introdujo un arte con figuras muy agitadas, brillante colorido y fuertes pinceladas, los cuales parecían romper totalmente con ideas anteriores del arte.

San Francisco - Zurbarán


Adoración de los Pastores La Anunciación
Bartolomé Estéban Murillo

 

Juan Valdés Leal - Anunciación

En la segunda mitad del siglo, se empieza a ver más apropiación del arte a través de la formación del primer gremio en 1649 con 31 maestros. El primer asunto es la creación de ordenanzas que protegerán la autonomía de los pintores criollos frente a algunos clérigos y maestros que contrataban las labores de oficiales de pintura sin considerar a los maestros del oficio. Al mismo tiempo, se empieza a ver una diferencia entre el barroquismo español y el de Lima. Mientras que en España el arte refleja una realidad casi inmediata y cotidiana, en Lima se carece de modelos naturales, lo cual hace esta técnica casi imposible. En vez de esto, parece que se recurre a la copia de estampas flamencas sevillanas. Las estampas flamencas influyen mucho en las vestimentas y el paisaje mientras que las estampas sevillanas influyen en la idealización de estos. Se ve esto muy bien en el ciclo de pinturas sobre la vida de San Francisco de Asís. El tono general es cálido con un claroscuro moderado sin mucho naturalismo. Las composiciones obedecen claramente a un criterio narrativo y didáctico mientras que demuestran mucha habilidad por parte del (los) autor(es) en la ejecución de figuras, escenarios arquitectónicos y paisajes. En el lienzo “La cortesana tentando a San Francisco” se ve la tendencia del pintor colonial hacia los estereotipos humanos. Es interesante notar, también, que en esta época hay mención de una pintora de nombre Juana de Valera. Aunque no quedan ejemplares de su obra, se documenta que mucho de su arte trataba de temas como los Infantes de Lara, las doce Tribus de Israel, doce ángeles, etc. Según Luís Eduardo Wuffarden,”No queda duda sobre la inspiración zurbaranesca de tales motivos.”

La primera mitad del XVIII trae con ella un decaimiento del arte limeño, con el cual se empieza a recurrir a los lienzos cusqueños para decorar las iglesias y las casas de Lima. Según el viajero Francés Frezier, Lima ofrecía “una cantidad de malos cuadros, hechos por los indios del Cuzco. Seguramente, las órdenes religiosas ofrecían espacios “privilegiados” a los pintores encargados desde sus conventos cusqueños. También la apariencia de una élite indígena muy fuerte tenía mucha influencia en su apariencia. Surgen por primera vez cuadros dinásticos de los incas y reyes españoles juntos y cuadros nupciales que trataban del matrimonio de una ñusta imperial con un conquistador español del linaje de San Ignacio de Loyola. Estos cuadros demostraban muy bien no sólo las intenciones religiosas de los españoles, sino también la actualidad de una sociedad que, especialmente en lugares como Cuzco, empezaba a mezclarse e “hispanizarse”. Y además, demostraban una nueva época en la cual el centro artístico del arte peruano se trasladó desde Lima hacia el Cuzco.