From El Norte (Monterrey, MX)
21 de abr. 2003
James J. O'Donnell
Por la cooperación académica
Editorialista Invitado. La verdadera prueba de
los proyectos educativos internacionales hoy en día debería
ser simplemente esto: ¿fortalecen a todos los participantes, educativamente
para empezar, pero también en la aportación que hacen al desarrollo
de sus sociedades?
El Siglo 20 fue construido sobre un gran mito costoso, el mito de la autodeterminación
nacional. La idea del Presidente Woodrow Wilson parecía sencilla
y virtuosa: dejar que los pueblos vivan solos y se gobiernen a sí
mismos. Los límites nacionales cercarían a pueblos homogéneos
y los viejos imperios se dividirían en sus partes constitutivas.
Los beneficios de la libertad son innegables, pero también lo son
los costos de la exclusividad étnica. ¿Europa Oriental ha
sido más feliz sin el imperio de los Habsburgo? ¿Medio Oriente
sin los otomanos? Es difícil afirmarlo. Incluso los estados postsoviéticos
de Europa Oriental y Asia Central tienen un historial variado hasta la fecha.
Pero los límites que fueron creados después de la Primera
Guerra Mundial, cuando los viejos imperios se resquebrajaron, han resultado
asombrosamente robustos y resistentes. Mover una línea trazada en el
pasado resulta ser difícil y la historia de la era después de
la Segunda Guerra Mundial ha sido la historia de una multiplicación
de estados nación y la delineación de nuevas fronteras.
Pero esas mismas fronteras se vuelven cada vez más irrelevantes.
No sólo quedan pocos estados homogéneos, sino casi todas las
nacionalidades viven esparcidas en el mundo, muchas veces lejos de su patria.
En Estados Unidos, existe una vieja historia de acoger a (y a veces abusar
de) los inmigrantes, pero los "trabajadores huésped" de Europa y
Medio Oriente a un extremo de la escala social y los ejecutivos de las empresas
multinacionales al otro son fuerzas sociales cada vez más importantes:
viviendo en un lugar y bajo un gobierno pero aferrándose a sus vínculos
con una patria y una cultura a menudo muy diferentes a las de su lugar de
residencia.
Tal diversidad crea tensiones, no cabe duda. Pero a pesar de todos los
temores causados por el estado actual de los asuntos entre las naciones, nadie
puede ni debe esperar que la gente alguna vez vaya a vivir tranquilamente
dentro de las fronteras creadas hace décadas o siglos. El hecho es
que las fronteras se están volviendo irrelevantes.
En Norteamérica, hemos vivido desde hace mucho tiempo con dos líneas
muy marcadas separando Estados Unidos de Canadá y de México.
Hoy en día, esas líneas son fortalecidas, defendidas y olfateadas
para detectar sustancias tóxicas como nunca antes; y sin embargo,
el movimiento de la gente es asombrosamente resistente. Angloamérica
e Hispanoamérica se han convertido en culturas hermanas tan profundamente
entrelazadas que nadie podría imaginar una sin la otra, ni debería
hacerlo.
Esta es una época de oportunidad valiosa en las Américas.
Una época para vernos como vecinos y amigos y pensar imaginativamente
acerca de lo que podríamos hacer el uno con el otro para beneficio
de todos.
Hoy, la Universidad de Georgetown firma un acuerdo con el Instituto Tecnológico
y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) que creemos es el primer paso
en una relación con nuestros vecinos americanos que nos llevará
mucho más allá de los programas tradicionales de "intercambio
estudiantil" y "un año en el extranjero".
Las instituciones de educación superior pueden y deben ser exploradoras
de las maneras en que maestros y alumnos pueden trabajar juntos, aprender
unos con y de los otros y empezar a formar las comunidades más integradas
que veremos en el próximo medio siglo.
La prueba que la Universidad de Georgetown aplicará a nuestra relación
con México y otras partes de las Américas no es si ganamos
dinero vendiendo cursos en mercados nuevos; sería una manera demasiado
estrecha de pensar. Por supuesto, necesitamos encontrar la manera de pagar
lo que hacemos.
Pero la verdadera prueba de los proyectos educativos internacionales hoy
en día debería ser simplemente esto: ¿fortalecen a
todos los participantes, educativamente para empezar, pero también
en la aportación que hacen al desarrollo de sus sociedades? Incluso
los alumnos y maestros de la Universidad de Georgetown que nunca visitan
México se beneficiarán de lo que iniciamos esta semana. Es
una época emocionante.
El autor es maestro de literatura y lenguas clásicas,
rector de la Universidad de Georgetown y editorialista invitado.
Traducción: EL NORTE / Lynn Syrett